Loading...
PBX: 300 9130 381 - ccconvivenciaypaz@gmail.com
Aula Virtual
Centro de Conciliación

El poder de la oligarquía en el mundo y en Colombia

Por Álvaro Sepúlveda Franco, agosto 7 de 2024

En su libro “Oligarquía”, publicado en 2011, el académico estadounidense Jeffrey A. Winters, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Northwestern en Illionois, desarrolla una teoría novedosa sobre el tema del poder oligárquico a lo largo de la historia. Luego de 25 años estudiando el tema, sus conclusiones son aterradores, por decir lo menos.

Según el Diccionario de la lengua española (2023), la palabra oligarquía tiene dos acepciones: “Forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario” y “Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político”. En la antigua Grecia, designaba la forma degenerada y negativa de la aristocracia (etimológicamente, “gobierno de los mejores”). Winters la define como un sistema en el cual una minoría poseedora de recursos materiales utiliza su riqueza para mantener una posición dominante en la sociedad, definición que implica dos condiciones esenciales: la existencia de una elite económica y el uso de sus recursos para sostener su desigualdad material.

En su obra, el autor analiza en profundidad un fenómeno antiguo, pero sorprendentemente contemporáneo: la manera en que responden las élites ricas para proteger sus fortunas (desde la violencia directa en el pasado hasta el uso del Estado de derecho en las modernas democracias liberales) y proporciona una perspectiva crítica sobre cómo los oligarcas han utilizado su poder a lo largo de la historia para evitar que se produzcan sociedades más igualitarias.

Insolvencia Economica

La obra invita a reflexionar sobre la necesidad de abordar la desigualdad estructural y la influencia desmedida de los intereses económicos en la política. La lucha por una democracia verdaderamente equitativa requiere una comprensión plena de las dinámicas oligárquicas y un compromiso para desafiar su poder en la sociedad contemporánea.

“Oligarquía”, a lo largo de sus 520 páginas, argumenta que durante los últimos 250 años los oligarcas han utilizado su poder y riqueza para evitar que la democracia genere una sociedad más igualitaria. Una de las tesis centrales de la investigación es que la riqueza define a los oligarcas, les da poder, pero también les expone a amenazas intrínsecas que deben defender y que de hecho defienden continuamente. Una de sus conclusiones más impactantes es que “nunca en la historia de la humanidad la concentración de la riqueza había llegado al nivel que tenemos hoy”. Por ejemplo, en Estados Unidos los 20 individuos más ricos poseen una fortuna equivalente a la mitad de los norteamericanos (unos 160 millones de personas). Winters advierte que esta enorme desigualdad, sin precedentes históricos, está causando graves problemas al mundo moderno. Si el Estado falla en defender los derechos de propiedad de los súper ricos, “el regreso a las armas y a dirigir directamente los gobiernos no solo es posible, sino que ha ocurrido repetidamente en la historia”.

Un estudio realizado en 2004 por la American Political Science Association (APSA) trató de explicar por qué una democracia tan viva como la estadounidense era cada vez más desigual en lo que respecta a la riqueza, y ello a pesar de los avances reales en la superación de desigualdades propias de otros ámbitos, como la raza, el género, la orientación sexual o la discapacidad. El estudio encontró que “la distribución de la riqueza se hacía más desigual en las mismas décadas en las que el resto de los indicadores de injusticia mostraban mejoras importantes. (…) Los oligarcas estadounidenses, amparados en la protección inviolable de la propiedad privada y ayudados activamente por una combativa industria de defensa de la renta que ellos financian generosamente, consiguen este resultado. Tanto en la historia de Estados Unidos como en sus equivalentes europeos (incluida Escandinavia), las pruebas resultan evidentes: cuando se produce una reducción de la desigualdad mediante transferencias gubernamentales a los pobres, la fracción más rica del 1 % en la cima desvía sistemáticamente sus cargas fiscales hacia abajo, hacia aquellos cuya riqueza no es suficiente para comprar una defensa eficaz”. (Prefacio a “Oligarquía”, pp. 14-15). Incluso en las socialdemocracias de Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia o Suiza no son los súper ricos, los oligarcas, quienes financian el Estado de bienestar, sino las clases medias.

Winters examina cómo las oligarquías han evolucionado desde las jefaturas prehistóricas, incluyendo ejemplos de Atenas, Roma hasta las sociedades contemporáneas como Estados Unidos y Singapur. Cada forma de oligarquía responde a diferentes desafíos y circunstancias históricas, adaptándose para preservar su riqueza y poder. El autor ilustra cómo las oligarquías han evolucionado en respuesta a las amenazas que enfrentan, como la presión democrática y los cambios económicos. Identifica varias formas de oligarquías según el principal recurso de poder utilizado –militar, político, personalista o económico– que ha variado a lo largo de la historia, pero que comparten el rasgo común de basar su dominio en la riqueza: guerreras, gobernantes, sultanistas y civiles.

Las oligarquías guerreras están lideradas por jefes, señores de la guerra y oligarcas guerreros que basan su poder en la fuerza militar. Ejemplos históricos incluyen las jefaturas prehistóricas, los oligarcas beligerantes en la Europa medieval y las faidas en la región de los Apalaches; las oligarquías gobernantes ejercen el poder político a través de comisiones, partidos políticos o instituciones similares, como es el caso de las oligarquías grecorromanas de Atenas y Roma, así como las ciudades-Estado italianos de Venecia y Siena durante la Edad Media; las oligarquías sultanistas se caracterizan por un liderazgo personalista y autoritario, a menudo hereditario, como la Indonesia de Suharto y Filipinas bajo los Marcos; las oligarquías civiles basan su poder en la riqueza privada y las conexiones con el Estado, pero sin ejercer el gobierno directamente, dos de cuyos ejemplos son la sociedad estadounidense actual y Singapur. Sin embargo, aclara que “A pesar de la apariencia de una progresión evolutiva a través de estos tipos (y en especial la aparición decididamente tardía de la forma civil), no existe una linealidad evidente en la historia de la oligarquía” (Prefacio a “Oligarquía”, p. 22).

Las estrategias que utilizan los oligarcas para mantener su poder, según Winters, son: 1. Lobbying y financiamiento de campañas políticas: Los oligarcas invierten grandes sumas de dinero en campañas políticas y en la influencia de legisladores para proteger sus intereses económicos; 2. Control de medios de comunicación: A través de la propiedad de medios, los oligarcas pueden influir en la opinión pública y desviar la atención de cuestiones que podrían amenazar su posición; y 3. Políticas de austeridad: Promueven políticas que limitan el gasto público en servicios sociales, lo que perpetúa la desigualdad y debilita la capacidad del Estado para redistribuir la riqueza.

Una de las afirmaciones centrales de Winters es que la oligarquía ha logrado limitar la redistribución de la riqueza a través de su influencia en la política democrática. A pesar de la existencia de sistemas democráticos, los oligarcas han encontrado maneras de moldear las políticas en su favor, asegurándose de que las decisiones gubernamentales no amenacen su acumulación de riqueza. “Todos los países democráticos del mundo –afirma en una entrevista de 2024– también son simultáneamente oligarquías. Son una mezcla de ambas. Los países que permiten competencia política entre partidos y gozan del derecho al voto también tienen un pequeño número de personas que usan el enorme poder de su riqueza para financiar candidatos incluso antes de que todos los ciudadanos acudan a votar. Generalmente, el poder del dinero determina primero quién es un candidato viable (…) Entonces, la explosión de desigualdad que vemos en el mundo y la explosión de rabia que vemos en los ciudadanos se relaciona con que la oligarquía es hoy más fuerte en las democracias de lo que ha sido en décadas”.

La incómoda conclusión es que en las sociedades “democráticas” la democracia es posible mientras la oligarquía no se vea amenazada. “Lo que nunca se dice –agrega Winters en la misma entrevista– es que lo principal que hacen los oligarcas con su dinero es defender su propia riqueza. A partir de los años 50 y 60, surgió lo que llamo en el libro ‘la industria de defensa de la riqueza’, que es una industria multimillonaria formada por abogados, contables, cabilderos y profesionales de la gestión de la riqueza cuyo único trabajo es asegurarse de que los oligarcas no tengan que pagar impuestos”.

Resalta, asimismo, que la concentración de riqueza en manos de unos pocos no solo afecta la política, sino que también tiene profundas implicaciones sociales y económicas. La desigualdad económica se ha intensificado en las últimas décadas, y los oligarcas han jugado un papel crucial en este proceso, utilizando su influjo para evitar reformas que podrían beneficiar a las clases trabajadoras. Muchos oligarcas crean y/o financian centros de investigación o facultades de Economía en grandes universidades con el fin de hacer creer que sin oligarcas y sin riqueza concentrada no es posible crear puestos de trabajo y las economías se derrumbarán.

Winters también aborda la creciente desigualdad económica en el mundo moderno, señalando que la concentración de riqueza es más extrema que nunca: 62 individuos (megaoligarcas) poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial (4.000 millones de personas). Esta concentración plantea enormes riesgos para la estabilidad social y política, lo que hace que el estudio de las oligarquías sea más relevante hoy más que nunca.

En la actualidad, además, las oligarquías han encontrado nuevas formas de consolidar su poder a través de la tecnología. Las grandes corporaciones tecnológicas, que acumulan enormes cantidades de datos y riqueza, son un ejemplo de cómo la oligarquía se adapta a los nuevos contextos. Winters advierte que esta tendencia puede llevar a un debilitamiento aún mayor de la democracia, ya que el poder se concentra en manos de unos pocos que controlan no solo la economía, sino también la información y la cultura. La globalización y los avances tecnológicos han beneficiado desproporcionadamente a quienes ya poseen capital. Las políticas que favorecen la apertura de mercados y la inversión extranjera directa, sin las debidas regulaciones, conducen a una mayor concentración de la riqueza en manos de unos pocos. Las empresas más grandes, con más recursos pueden adaptarse y prosperar en un entorno global, mientras que las pequeñas y medianas empresas luchan por competir.

El poder oligárquico en Colombia

En el ámbito colombiano, el modus operandi del poder oligárquico no es muy distinto

En el ámbito colombiano, el modus operandi del poder oligárquico no es muy distinto que en el resto del mundo. En este país, donde hay una gran riqueza en todo sentido, un grupo cada vez más reducido de familias concentran la propiedad de la tierra, las grandes industrias y los capitales financieros. Aquí no se ha fomentado la industria y la producción real, sino la usura y la socialización de la pobreza. Desde los años 80 del siglo pasado, y hasta hace una década, había tres colombianos que se disputaban los lugares de los magnates-oligarcas en Colombia: Luis Carlos Sarmiento Angulo, Julio Mario Santodomingo y Carlos Ardila Lülle.

En el Siglo XXI, los que figuran en la lista anual de billonarios (personas con más de 1.000 millones de dólares, actualmente 2.781 individuos cuyas fortunas sumadas alcanzan los 14,2 billones de dólares) que publica la revista Forbes son: David Vélez (US$11.500 millones), Jaime Gilinski (US$7.800 millones), Luis Carlos Sarmiento (US$7.200 millones), Beatriz Dávila de Santo Domingo (US$3.700 millones), Alejandro Santodomingo (US$2.800 millones) y Andrés Santodomingo (US$1.700 millones). Suman un total de 34.700 millones de dólares, frente a los 22.300 millones de dólares que tenían en 2023, crecimiento que confirma la tendencia señalada por Winters de aumento de la acumulación monetaria en pocas manos.

De todos modos, estas fortunas palidecen ante las de los tres oligarcas más acaudalados a escala global este mismo año 2024: el francés Bernard Arnault (US$233.000 millones), el sudafricano Elon Musk (US$195.000 millones) y el estadounidense Jeff Bezos (US$194.000 millones).

Estrategias de los Oligarcas Criollos
  • Lobbying y financiamiento de campañas políticas: A título personal y/o gremial, financian campañas a la presidencia y al congreso con el fin de que se aprueban reformas tributarias regresivas, como la disminución de sus impuestos o la exoneración total de ellos. Logran convertir derechos sociales consagrados como tales en la Constitución (salud, vivienda, educación, pensiones) en negocios privados altamente lucrativos. Además, en algunos gobiernos como el de Iván Duque, algunos presidentes de los gremios económicos fueron incorporados al gabinete ministerial en una especie de corporativismo “democrático”.
  • Control de medios de comunicación: La mayoría de los grandes medios de comunicación social son propiedad, total o parcial, de megaempresarios que han adquirido sus fortunas en distintos sectores de la economía, en especial la industria y la especulación bancario-financiera, pero que saben que comprando empresas mediáticas garantizan su influjo social y la perpetuación de sus privilegios. Luis Carlos Sarmiento, Carlos Ardila, Jaime Gilinski y Alejandro Santodomingo controlan el 57 % de la prensa escrita, la radio, la televisión y el internet. De este modo, el periodismo se reduce a ser el departamento de comunicaciones de las megacorporaciones, evidenciando a la vez un claro debilitamiento de la democracia y el oscuro surgimiento de una corporatocracia.
  • Políticas de austeridad: Los grandes grupos económicos a través de los grupos de presión como los gremios se oponen sistemáticamente a todo intento de reforma (a los sistemas tributarios, pensionales, de salud, laboral, agrario, educativo, etc.) que beneficien a la población con menos ingresos. Lo intentan y a menudo lo consiguen por medio de sus voceros gubernamentales, legislativos y judiciales, y de sus medios hegemónicos de comunicación. Es así como han conseguido eliminar derechos laborales reconocidos en todo el mundo como las horas extras y los recargos nocturnos, tal como ocurrió durante las administraciones de Álvaro Uribe.

Entre tanto, las grandes mayorías han visto disminuir cada vez más sus ya magros ingresos. Esta situación se agravó a raíz de la pandemia del covid-19, y, aunque se han registrado mejorías durante los últimos dos años, cerca de 6 millones de personas están en situación de pobreza monetaria extrema, la clase media ha ido empobreciéndose. En el caso de la distribución de ingresos en Colombia, 10% de la población con mayores ingresos posee 54,7%, mientras que 50% más pobre tiene solo 10% del ingreso. Según el índice de Gini, que mide la desigualdad es de 0,49, que sitúa a Colombia como una de las regiones más desiguales del planeta.

Posibles Soluciones

Ahora bien, ante la pregunta sobre lo que puede hacerse para limitar el poder de las oligarquías, Winters responde que una de las opciones es la organización y movilización de los ciudadanos a través de mecanismos como los sindicatos. Otra es la que se discute actualmente entre los Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil y las Naciones Unidas: “la posibilidad de un impuesto global sobre la riqueza (…). Si los países se coordinan en esta cuestión de gravar la riqueza, significa que los oligarcas no pueden utilizar la geografía global en contra de cada país. (…). Hay cosas que se pueden hacer, pero deben hacerse de una manera que sea consciente del problema y responda directamente a él. No debemos ver el poder de la riqueza y el poder oligárquico como algo inevitable. Hay cosas muy concretas que se pueden hacer”.

Algunas de esas cosas que pueden hacerse, las intentan gobiernos progresistas como el actual de Colombia en cabeza de Gustavo Petro y Francia Márquez: impulsar reformas estructurales en beneficio de las grandes mayorías populares y que a su vez implican una disminución de ingresos de los grupos oligárquicos.